Textos no publicados


martes, 18 de marzo de 2014

Golpe con una botella



Fue estando lesionado
Seguridad,  pelea, traslado
A las doce con once
Y cincuenta

Aún no sé
Los agentes, que no ponen atención,
Tampoco lo saben

Callejero, porque
El nombre de la herida
Que cortante realizó
Se escapa de mi memoria

Él no es más que eso
una herida, una acción

¿Califican?

Fué un golpe pequeño.
Era afirmativo



Comunidad

El párpado izquierdo
Ahora es único

Mi correa, la que evita que me colapse
Es unidad.

Tiene décadas de presente

¡No!



Fue en Zapata. Emergencias.
Treinta.
066

2 horas
Mujer actual
Una que una
Sexo
Aquí mismo

Masculino
Que acudiendo a ellas
Escuchó lo que dije
Miro a la izquierda
Golpeo el suelo

¿Qué ?
Hospital general
Altura, imagen de altura
negativa

domingo, 16 de marzo de 2014

SALVADOR ELIZONDO – LA CULTURA COMO BIEN DE CONSUMO



Qué duda cabe de que finalmente la cultura se ha impuesto. Y también se ha puesto de moda. Cuando menos entre ese estrato de nuestra sociedad que puede permitirse una cierta cantidad de ocio aprovechable en la adquisición de ‘‘cultura’’. Proliferan todo tipo de establecimientos en donde se expende cultura de alta calidad. Los cuerpos docentes están formados por los más renombrados artistas e ‘‘intelectuales’’ que irradian sus conocimientos hacia las azoradas señoras y señoritas de Polanco y de la Colonia del Valle que por una colegiatura no muy alta pueden obtener esa particular tranquilidad de conciencia que significa haber aprovechado, una parte del tiempo aunque sea, en la obtención de cultura. Para los que cuentan con menos dinero o con menos ocio está la formidable extensión de la moda cultural que los medios de difusión públicos y privados hacen posibles. Así, pintores, novelistas, poetas —los antiguos moradores del submundo de la bohemia— compiten frecuentemente con las señoritas México y con las artistas de cine en la promoción de su producto. Todos los medios de difusión están al servicio de las instituciones culturales para notificar al público del lugar y la hora en que se va a producir una erupción de cultura. (Huelga decir que el brote mismo casi nunca es difundido.)
 Es indudable que algunos deportes o espectáculos todavía cuentan en este país con más adeptos que ‘‘la cultura’’, pero ésta ya ha sentado sus reales en la conciencia de un sector de nuestra sociedad y prosigue su avance a jalones. Pero la cosa no es tan simple como parecería de pronto y enjuiciada sólo desde el punto de vista del progreso, no de la cultura misma, sino de la difusión extensiva de la cultura ya existente.
En primer lugar, porque casi siempre el producto que se expende o se distribuye directamente entre el público no es realmente lo que pretende ser y casi siempre es pura información lo que se distribuye en términos de cultura. Yo he escuchado decir —en el recinto de la Biblioteca Nacional— que San Juan de la Cruz es un poeta ripioso porque escribió ‘‘…la soledad sonora…’’, lo que, además, es información falsa e inquinosa.
Existe un grave peligro en admitir que la cultura es una cosa que se puede comunicar. La cultura se construye o se vive, pero no se enseña. Los pueblos participan en su desarrollo sólo en la medida en que la cultura misma dentro de la que se van inscribiendo los inspira y los hace proseguir.
Pero, a ciencia cierta, no se puede decir que la cultura sea algo concreto, si bien es evidente que ésta se transmite. Este proceso mediante el que la cultura, o una cultura específica se va formando como el cauce a lo largo del que fluye el espíritu de un pueblo, tarda a veces siglos antes de que sus bifurcaciones entronquen enriquecidas en un caudal mayor.
Al copioso torrente del espíritu se opone a veces —y de esto la historia ha sido testimonio suficiente— el dique de esa ilusión crisohedónica aberrante que el deseo de poseer bienes tan conflictivamente se le presenta al hombre contemporáneo, dividido como está entre dos polos de elección igualmente decepcionantes ya que, por una parte los bienes físicos, por más cuantiosos que sean, no satisfacen y los espirituales son inasequibles si no están adecuados por un fondo pedagógico que desde los inicios de la personalidad consciente y manifiesta en el niño haya estado atenta a desarrollar el deseo de conocimiento de principios generales que anima a toda forma de cultura.
La especialización de las diferentes disciplinas del espíritu así como la imperiosa necesidad de producir técnicos muy particularizados en el menor tiempo posible hacen que la conciencia cultural de un pueblo se disperse necesariamente. Si tenemos en cuenta que en México existen ocho millones de analfabetos y muchos más de ocho que están geográfica o socialmente privados de acceso a las manifestaciones culturales, lo que queda no es gran cosa y no sirve para definir ni siquiera conjeturalmente cuál es la verdadera función del intelectual mexicano obligado como está por las circunstancias a dejar de lado la creación para ejercer la información efímera o la docencia vana.
Me parece que de la confusión de la función pedagógica con la función intelectual proviene este marasmo que torna a la cultura misma en un bien de consumo espurio y en una moda similar a la del bridge o a la de la falda larga y creo asimismo que urge la creación de un organismo cuya finalidad sea la de regular y distinguir plenamente la función del transmisor de ideas, del pedagogo, de la del intelectual o formulador de ideas o creador de obras artísticas o literarias. Urge la instauración dentro del gobierno de un organismo ante el que la condición del intelectual y del artista sea reconocida como diferente de la del maestro de escuela. Otros países han tenido en cuenta esta diferencia de condiciones y han adscrito la tarea de protección no sólo al patrimonio cultural, sino a la cultura en general, a determinadas oficinas estatales especializadas.
Actualmente la Secretaría de Educación Pública no solamente tiene la tarea de abatir el índice de ignorancia general en el país sino también la de empresario teatral, editor, marchand a tableaux, coleccionista, guardián de zonas arqueológicas o monumentos artísticos, museógrafo, publicista, etc., tareas que en realidad caen fuera de la tarea más perentoria de educar en los niveles básicos elementales.
Me pregunto si la creación de una Secretaría de Cultura (y de la Información) no contribuiría considerablemente a alivianar esa carga tan distrayente en el ejercicio de la labor pedagógica y de fomentar la labor artística, científica, por los medios más apropiados a su desarrollo fructífero.



Tomado de Contextos,  una colección de artículos editoriales publicados en un diario de la Ciudad de México que fueron escritos escritos entre julio de 1971 y enero de 1973.

jueves, 13 de marzo de 2014

R36/37/38



Me inyecto la pexitona. La luna está más rosa que nunca, y sus cráteres contrastan con ella debido a su iluminación fluorescente. Están celebrando el aniversario de su independencia.
Estoy acostado y debido a la sustancia puedo disfrutar cada latido que da mi corazón. El ahora se me antoja etéreo. Una nave de las más grandes se dirige hacia allá a una velocidad mayor a la normal.
Quisiera estar en el Aloha, vagando por sus tres kilómetros de diámetro, rodeado de aquellas personas que no pasan desapercibidas en ningún lado. Sin embargo, estoy aquí en la tierra sobre una loma de pasto clonado. Mi único tío vive en Alphonsus. Yo estuve viviendo con él hasta que la policía se enteró de que no tengo permiso para continuar ahí más de lo previsto.
Mi tío es dueño de un bar conocido entre la gente como ‘La Búsqueda’. Él es un gran patriota, por lo que a nadie le sorprende ese nombre, que hace referencia a la independencia de su astro. Seguramente ahora todos están celebrando con él y necesita alguien que ayude a atender el negocio con agilidad.
John Dahl fue el hombre que comenzó aquel movimiento. Su pueblo tenía un mayor potencial para el desarrollo al estar aislado de la retrógrada influencia terrestre. Muchos compararon el quiebre de relaciones con el retiro que hacían los ermitaños en la antigüedad en busca de iluminación. El pueblo selenita había dejado de consumir productos que le hacían producirse a sí mismo. Llegó un punto en el que el ejército y el armamento ni siquiera eran necesarios.
En la Tierra comenzaron a condenarlo, llamándolo inmoral y peligroso. Al encontrarse con lo que ocurría, las empresas trasnacionales empezaron a tomar medidas invasivas con apoyo de algunos gobiernos terrestres para someter a la luna. El problema culminó con la emancipación del satélite…
Las autoridades lunares únicamente me dieron permiso de permanecer ahí por un mes, tiempo en el que apliqué para los exámenes y trámites correspondientes para conseguir la residencia tras la cual podré tramitar la ciudadanía. Me fue bien, creo, pero el hecho de que me haya excedido en mi estadía podría repercutir en la decisión final en el departamento de migración, que me comunicará en un par de días en una carta que sólo podré recibir yo o algún familiar.
 En las celebraciones selenitas no suele haber conflictos. De hecho ni siquiera hay que preocuparse por encontrar un negocio honesto y de calidad si no se conoce el lugar. Todo lo contrario de aquí. Mi tío suele bromear con sus amigos diciendo que y yo, como los demás terrícolas, quizá tome un machete y le abra la cabeza a alguien. Y mi sentimiento al respecto es ambivalente: me da asco la sangre, pero hay momentos en los que quisiera ser una máquina de quitar vidas. Lo mejor para mí es que las autoridades no se enteren de ello.
Los cineastas de la tierra evitan utilizar escenas nocturnas al aire libre, y cuando son necesarias, simplemente se suprime el astro del cielo. Los eclipses son ignorados y los padres regañan a sus hijos si los observan fijamente. El satélite se ha convertido en otro tabú y hasta los astrólogos han tenido que reformular sus mentiras.

Esa nave no es como las demás, no sólo va a una velocidad peligrosa, sino que la turbina que la propulsa desprende fuego verde, propio del krosano…

El orgasmo recorre cada pulgada de mi piel. Mis huesos vibran, mis párpados también. El aire que entra en mis pulmones es tan puro como el proveniente de un tanque de oxígeno. Se estiran los dedos de mis pies, y los de mis manos acarician las palmas de las mismas. Todo lo que perciben mis sentidos es mucho más claro. Me encuentro abstraído, como una caricia en el silencio.
La nave llega a la luna, se estrella. Una explosión color azul eléctrico convierte los pedazos de satélite que salen volando en piedras púrpura. No importa, posiblemente sea una alucinación, pero si no lo es, tampoco importa. No por ahora.
Los restos destruyen lo que se interpone entre ellos y su descenso al planeta. El cielo se convierte en un espectáculo de luces y explosiones. Reviso mi teléfono para ver la hora, su localizador indica que me encuentro en la India, luego en Berlín, y unos instantes después la pantalla se queda en azul. Me levanto y corro a casa, la belleza del espectáculo aumenta conforme éste se acerca al suelo, así que volteo constantemente a verlo. Tropiezo con las raíces de un árbol, torciéndome el tobillo. Un meteorito violeta cae sobre mi casa. A unos centímetros de mí hay un nido de hormigas que entró en caos, y estoy seguro de que así deben encontrarse las ciudades: individuos sin nombre tratando de salvar sus vidas para seguir manteniendo el sistema sin el cual no tendrían razón de existir, tratando de salvar los bienes que constituyen su identidad. Eso sí: me resultan mucho más simpáticas las hormigas.
Más adelante, envuelto en llamas, desciende un vehículo ya casi deshecho. Me acerco y encuentro una placa con el logotipo de la compañía que lo fabricó. Cuándo ya no queda nadie que sea capaz de reconocer un logotipo, ¿este muere?
La luna ya no existe, pero quizá nunca dejó de hacerlo. Los sentidos pueden engañarnos y quizá nada de lo que conocemos ha sido. Quizá para Dahl, que murió viendo su lucha dando frutos, la luna jamás desapareció y es el sitio más próspero que existe, una utopía.

*

Despierto entre escombros. Alrededor hay humo y cenizas diseminadas por el campo. Me duele la cabeza. Apenas me levanto comienzo a caminar en busca de la carretera. Al llegar a ella decido hacer autoestop. Mi casa fue arrasada, por lo que me dirijo a la de mi cuñado José.
Se detiene un móvil y me abre la puerta. Conduce un hombre corpulento y de canas. Me pregunta mi nombre y yo se lo digo, se presenta y me advierte que el camino será largo, pues hay muchos escombros. Le digo que no tengo prisa. En la radio habla una mujer acerca de los procedimientos que se seguirán para reemplazar el satélite y minimizar sus efectos perjudiciales. Cada pocos kilómetros hay grúas limpiando el pavimento.
Finalmente llego a las orillas de la ciudad donde vive José. El conductor me dice que tomará el libramiento para no pasar por ella, así que bajo y decido hacer el resto del camino a pie.

*

Despierto en el suelo de mi casa, rodeado de vómito que cubre el trayecto desde la puerta hasta la sala. Me asomo por la ventana y todo sigue igual que antes. Enciendo la radio. Hay una entrevista acerca del material con el que se fabricarán las jabalinas para las olimpiadas del próximo año. Cambio de estación buscando noticias relacionadas a lo acontecido antes de mi desmayo, pero no hay nada que se mencione sobre ello.
Todo fue producto de la droga. Me alivio y comienzo el aseo de la casa.

*

Toco a la puerta y abre mi cuñado, se sorprende de verme y me jala dentro de su hogar, cerrando la puerta con fuerza. Apenas abro la boca para formular una pregunta y me toma del brazo llevándome a su sótano, al que se accede abriendo una escotilla.
Están buscando a todos los que tienen relación con los selenitas, me dice. ¿Y Adriana? Le pregunto. La están interrogando los agentes de la ARL, me contesta mientras prepara una cama plegable y me convence de no salir de ahí.
Algunas horas después escucho entrar a tres personas. José dijo que pondría una alfombra sobre la escotilla, por lo que tengo la esperanza de no ser encontrado. Guardo silencio para escuchar lo que ocurre. La voz de mi hermana y mi cuñado apenas se escuchan, mientras que dos pares de pies recorren el lugar. Los agentes levantan muebles  y hacen preguntas durante varios minutos hasta que finalmente se marchan.
Se abre la escotilla y entran mis dos anfitriones. Mi hermana me abraza y me pregunta por las condiciones de mi llegada mientras José enciende la estufa de inducción para preparar la cena.

*

Pasan horas y no sucede nada. Sé que debería aprovechar el tiempo que gasto procrastinando, pero hasta levantarme del sofá me parece demasiado trabajo. Enciendo el reproductor de música y dejo que se lleve los minutos que quedan hasta que el hambre se vuelva insoportable y me obligue a prepararme algo de cenar. Ya no me queda pexitona y creo que aunque me quedara no la utilizaría, al menos hasta que mi cuerpo se libere de toda la que usé ayer.
Llega el momento y me levanto del mueble. Abro un par de latas de conserva para vaciar su contenido en un plato y meterlo en el horno. Salgo al pórtico y al observar el cielo me pongo nervioso. Mañana es el día, mañana lo sabré.

*

Se abre la escotilla rápidamente y entran tres uniformados, de los cuales dos sostienen rifles. Aquí está, dicen mientras me tiran al suelo para registrarme.
Estoy en un cuarto con una mesa y un par de sillas. Entra un hombre para interrogarme, le pregunto el motivo por el que me apresaron y del portafolio que carga saca una carpeta que coloca frente a mí. La tomo y comienzo a examinarla
‘‘Secretaría de migración del GS, 16 de Febrero de 2057’’
Leo el contenido del papel que habla acerca de mi solicitud para residir en el ahora extinto lugar. Al final de la carta, y antes de las firmas y sellos oficiales, dice:
‘‘Queda usted aceptado. Después de estar establecido tres años en Alphonsus, usted podrá presentar una solicitud de ciudadanía ante el Gobierno Selenita. Además del pago de los derechos exigidos, deberá aprobar un examen de conocimiento. ’’

*

Me despierta el sonido del teléfono. Es mi hermana avisándome que llegó correspondencia para mí. ¿Por qué no pones tu dirección?, me pregunta. Pues porque a ti te va a llegar más pronto, le contesto. Voy a ir a recogerla hoy.
Salgo de casa y me detengo en la parada de autobús. Tarda demasiado, así que pido aventón. Un hombre delgado y con el cabello negro me invita a subir. El viaje es corto y el hombre se ofrece a llevarme hasta mi destino. Le agradezco y le doy la dirección.
Adriana abre la puerta y me invita a pasar. José saca del sótano una cama plegable, la cual piensa tirar a la basura. Me siento a la mesa y tomo el sobre, lo abro.
‘‘Se deniega la residencia. Su calificación en los análisis correspondientes es insuficiente…’’
Decido no seguir leyendo. La vuelvo a guardar y ayudo a José a hacer la limpieza. Quizá al terminar de hacerlo vaya a buscar algo más de droga.

Oracular



Ella me miró con ojos ausentes, y escuchó con sus oídos muertos el crujir de las cucarachas bajo mi pie.

Jairo conduce su auto mientras Jorge devora el gusano extraído de la botella de mezcal. El reflejo de las luces del mueble mezcla la pintura que indica los carriles con el pavimento y yo, concentrado en las figuras que dibuja el humo de mi cigarrillo, recargo la frente en el cristal de una de las puertas traseras. La música ha dejado de emocionarme y se me apetece mustia, como la sensación de boca pastosa que viene tras una excitación desmedida. Damos vuelta para adentrarnos en un camino de tierra que guía a pueblos solitarios. La iluminación fluorescente y azulada del vehículo me sugiere que estoy muerto y cenizas caen sobre mi pierna. Un bache sacude el automóvil y la agitación irrita mi nuca como un cuchillo atravesando los huesos de mi cuello. Jorge ríe y Jairo acelera de la misma manera que hacen los aviones al despegar. Y yo siento que lo hacemos, que los árboles junto a los que pasamos tratan de acariciarnos y que las aves murmullan mentiras sobre nosotros.
Las voces de la radio susurran con malicia y los rostros de mis compañeros se deforman sutilmente en demonios dantescos. Nos detenemos en un claro para observar el cielo, que se compadece y deja ver a su hija Venus acompañada de Andrómeda. Un gorrión se detiene sobre mi hombro y me confiesa húmedamente <<Hay caníbales entre nosotros>>.

Escucho el motor del automóvil alejándose, y sabiendo que será inútil, desisto de perseguirlo. Se va cubriéndome de vacío. La luna cae muerta y una orfandad apabullante termina de hundir la navaja sobre mí. La existencia padece un cambio en su composición.
Avanzo, pisando las ramas que se compactan debajo de mis botas y el ruido proveniente de un incierto festival me atrae hacia sí.
Sangre, reyes y payasos bailan sobre las cenizas de la luna, cuyo matiz coincide con las de mi pantalón. Sus miradas recorren mi cuerpo y las siento como un hormigueo sobre mis antebrazos. Un arlequín me toma de la mano y aspiro su aliento amenazante mientras me guía hacia la celebración.
La agitación remueve el cadáver cremado del satélite y debajo de éste comienza a apreciarse una fémina cuya mirada, como la de un fantasma, derrite mi percepción, hundiéndola en el sopor. Ella se encuentra sobre un símbolo dibujado con insectos, cuyo reflejo resalta su garganta y sus labios carmesí.
Una lengua, tibia y húmeda acaricia mis tobillos, que se hunden en las cucarachas mientras camino hacia ella, poseso en plenitud.  Estira su mano hacia mí, congelando cualquier intención mía de moverme. Su cara no es la de un amigo, sino un rostro con ojos color negro hematoma y la boca invertida. Intento gritar pero no puedo, mis sentidos se han desconectado hacia el exterior.
La diaforesis lubrica el roce de mi cuerpo con el de ella, que arranca las salientes de mi pecho. De las heridas sale sangre que se mezcla con mi sudor y Venus comienza a llorar. <<Arrancar los ojos del cielo>>  me dice un cuervo que se eleva hacia Andrómeda, y tras lograr su cometido los frota y coloca en las fisuras de mi piel.
El bosque se concentra alrededor mío y de mi musa, que fuma las uñas y cabellos de hombres doctos. Nos preguntamos el significado de la libertad y entonces las mariposas gritan <<fatalismo>>. La cabeza de Jairo se quema en una fogata alimentada por el gusano que sale de la boca de Jorge.

<< Los asesinos de la emancipación quemarán cualquier rastro de la realidad antes de huir de sus prisiones>>

Su cadáver se convulsiona al intentar respirar. Una cuerda delgada revienta dentro de mi cabeza y el cielo toma su venganza devorádome de manera súbita.