Textos no publicados


martes, 22 de abril de 2014

El metrónomo




No sé cuánto tiempo llevo aquí. Lo único que puedo hacer para distraerme es escuchar.
Veinticinco-dieciséis. Inhalo no aire, sino el tiempo y vida mientras las gotas de sudor resbalan. Las gotas caen, tienen un eco rítmico provocado por la forma de la pared. Abro mis párpados,  al abrirlos siguen cerrados y cubiertos por la bruma negra. Quiero detenerme, prolongar la existencia del oxígeno que ya se acaba. Veintiocho dieciséis. Rítmico/polirrítmico, como si ser ecos —apenas perceptibles— les cediera divinidad. Veinticinco-dieciséis. Pared irregular, una que permite que el sonido se comporte de esa forma. Un paso de una vez, y esperar que no rompa el ritmo que llevo hasta ahora. Esencial saberlo, nuevamente: no agotar el oxígeno para seguir vivo. Tengo que hacerlo, pasar al acto ahora o de lo contrario nunca lo haré. Veintiocho-dieciséis. Gatear agachándose, el gas permanece en la parte inferior de la superficie. Seis-dieciséis. Llegar a la pared. Veinte-dieciséis. Las sílabas coinciden con el golpe de las gotas en el suelo. Metrónomo psíquico, que me acompaña al chocar con la pared. Doce-dieciséis. Buscar en vano algo que me libere. Seis-dieciséis. No encuentro nada. Todo eco calla.